infectas transmisoras de enfermedades con antenas. Resulta que teníamos algo en común.
Mi campaña de exterminio avanzó de todos modos, rápido y con éxito gracias a los simples y viejos cebos de la publicidad animada. De a poco fueron desapareciendo. Primero las más grandes y después las más jóvenes. Fue un ataque químico, peor que una guerra bacteriológica, peor que Chernobyl.
Pero algo quedó flotando en mi conciencia, nos parecemos en muchas cosas a estas inmundas, empezando por una irresistible atracción al café. Por eso, esta serie es un llamado a la reflexión sobre cosas que deberíamos cambiar como especie, pero también es un homenaje a las victimas caídas en esta masacre que acabo de confesar. Este homenaje no me hace menos genocida, pero tal vez... sólo no sirva para nada.